(4⭐) |
Han pasado tres años desde la última vez que se vieron. Ahora, Leah está a punto de cumplir su sueño de exponer en una galería.
Y, pese al pasado, Axel necesita formar parte de un momento como ese.
Cuando sus caminos vuelven a cruzarse, Leah tiene que tomar decisiones que pueden cambiarlo todo, porque, a pesar de lo que ocurrió, los recuerdos de toda su vida siguen ahí; intactos, bonitos, únicos. Colándose en cada grieta que aún no ha cerrado.
Porque él sigue siendo el chico que aún no ha olvidado.
Porque es el mar, noches estrelladas y vinilos de los Beatles.
Porque a veces basta un «deja que ocurra» para tenerlo todo.
Vamos a ver... esta segunda parte de la bilogía Deja que ocurra no me ha gustado tanto como la primera. Ya conocía a los personajes y ya estaba enamorada de ellos, eso es verdad. Sin embargo, ciertas actitudes de Leah me han puesto un poco nerviosa. Entiendo que ha pasado tiempo desde su historia con Axel y que durante esos años debería haber madurado, crecido y, pese a eso, la he sentido más niña. Partiendo de la base de que se supone que está enfadada con su ex, no me explico la facilidad que tiene para perdonarle algo que ha marcado su vida desde que se fue a la universidad. De hecho, no quiere hablar del tema aunque se muere por saber los motivos que tuvo Axel para cortar con ella como lo hizo... y aun así le perdona en un segundo. Pero lo que me parece más fuerte es que utilice a Landon para olvidarse de Axel (pero bueno, viendo lo rápido que cambia él de parecer luego...).
Por otro lado tenemos a Axel, quien no lo está pasando nada bien y que me tuvo con el corazón en un puño desde que se menciona su estado de salud. De verdad pensaba que le iba a pasar algo malo. ¡Menos mal que no ha sido así! Pero bueno, el caso es que, pese a la distancia, su salud y el tiempo que ha pasado, él quiere seguir estando con Leah. Eso no solo le lleva a plantarse con Oliver (¡ya era hora por favor!) sino que la convence para ser su representante y viajar a París a pintar. Y ahí empieza todo a irse a... Porque claro, él no quiere dejarla sola, no quiere que le salgan mal las cosas (que lo entiendo eh) pero, en vez de volver a tirar de la famosa cuerda que tanto desgastó en el anterior libro, decide tratarla como si fuese de cristal (¡a buenas horas!). ¿Resultado? Se pelean, él se vuelve a Australia y a ella se le sube la fama a la cabeza hasta el punto de pintar lo que una persona quiere y no lo que ella siente (porque esa persona sabe lo que le conviene sin conocerla, claro. De verdad qué poco me ha gustado Leah en esta secuela...).
Pero bueno, quitando esos momentos de Leah en los que no la soportaba (la mayoría en París), el libro me ha gustado. Es cierto que me ha hecho sufrir un poco pero... también me ha hecho disfrutar y volver a conectar con sus personajes. Me ha gustado ver como se restablecía la relación entre ambas familias y como se han unido Axel y Justin con el paso de los años. Me sigue haciendo gracia Daniël, no solo porque quiera ir de joven y hacerse "el colega" de sus hijos, sino también por como se comporta con Oliver, Justin y Axel incluso cuando no hacen nada bien (¡Incluso les ayuda a colarse en su antigua casa!). Pero lo que más feliz me ha hecho ha sido cuando tanto Leah como Axel se han dejado de chorradas y han empezado a pintar otra vez a su manera. Esta bilogía me ha llenado de amor, amistad y momentos y frases que me han llegado dentro y creo que teniendo en cuenta el año que hemos pasado, es un buen sitio en el que refugiarse cuando el mundo se desmorona.
VALORACIÓN: ⭐⭐⭐⭐
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